miércoles, 2 de mayo de 2007


Discurso pronunciado con motivo de la IV reunión de la Unión Masónica del Mediterráneo en Beirut (2003). Publicado en el libro De oficio Masón, revelaciones de una Gran Maestre.

La Masonería punto de encuentro entre Oriente y Occidente.

Permitidme empezar expresando mi emoción y mi gratitud por la fraternal acogida que nuestros Hnos. anfitriones nos han dispensado a los Hnos. de la Gran Logia Simbólica Española.

El tema que corresponde desarrollar en este encuentro es: “El Mediterráneo, punto de encuentro entre Oriente y Occidente: ¿Qué puede aportar la Francmasonería?”.

Atendiendo al título del tema que nos convoca, quisiera dividir mi exposición en dos apartados:

I) El Mediterráneo, punto de encuentro entre Oriente y Occidente

Aunque bien es cierto que el Mediterráneo se extiende más de Este a Oeste que de Norte a Sur y que, por lo tanto, parece haber actuado siempre más como un nexo entre un Oriente y un Occidente que entre un Norte y un Sur, geográficamente considerados, sin embargo el Este del Mediterráneo no representa lo que culturalmente podemos considerar como el Oriente (India, China, Sudeste Asiático, Indonesia, etc.), ni por sus orígenes ni por su concepción del mundo y del hombre. Lo que hoy llamamos “civilización occidental” procede de un potente foco civilizador que empieza en Sumer y se irradia por todo la cuenca mediterránea. No olvidemos que, ya en el siglo IX antes de Cristo, un aventurero fenicio, Heracles, que la mitología griega convirtió en tebano, estuvo de excursión por las lejanas tierras del reino de los Tartesos, matando a su rey Gerión y robándole su famoso ganado vacuno. Durante su estancia fundó la villa de Sevilla que tiene una de las torres más esbeltas y bonitas que debemos a los arquitectos musulmanes, como tantas otras joyas que nos dejó el Islam en España.
Cuando aparecen las tres religiones monoteístas que arraigan en los pueblos ribereños y sus dominios, estas tres comparten un mismo origen y las mismas cosmogonías y teogonías y sus diferencias se deben más bien a las diferencias culturales de los pueblos que las acogen en los primeros tiempos y no a la diferencia de sus visiones.

Al proponer el tema: “El Mediterráneo, punto de encuentro entre Oriente y Occidente…”, sin darnos cuenta estamos cayendo en un prejuicio de valoración de la problemática que hace hervir las aguas del Mare Nostrum, y todos tenemos en mente el doloroso conflicto Palestino-Israelí.

En primer lugar, porque no mencionamos el otro eje Norte-Sur cuyas oposiciones son mucho más antagónicas que las del eje Oriente-Occidente mediterráneo. En segundo lugar, porque al calificar al Oriente Próximo de Oriente estamos sobrecargando la realidad de los problemas con la también aparente incompatibilidad entre las visiones clásicas Oriente-Occidente que opone una Ética de la no perturbación (la naturaleza y el cosmos gira en un eterno ritmo perfecto al que el hombre, uno con ellos, tiene que acoplarse con el menor daño posible) a una Ética de la acción (el hombre tiene que transformar el mundo hacia mejores condiciones de vida). Está claro que ninguna de nuestras tres grandes religiones comparten la visión oriental.

Al caer en este prejuicio ¿no estaremos aceptando, ya de partida, que el Este mediterráneo es irreconciliable con el Oeste mediterráneo; y que es una cuestión esencialmente religiosa?

Pero las dinámicas que tejen la historia no siguen siempre las pautas que se esperan de una lectura lineal del pasado. A veces acontecimientos y fenómenos nuevos sobrepasan la dimensión de nuestras cuitas.

En este sentido, pienso que el mundo de nuestros días viene determinado por cuatro líneas de acontecimientos que interactúan entre sí, y que se desarrollan con una gran autonomía respecto de las voluntades políticas o de los intereses generales. Son como grandes jinetes cuya figura aún anda definiéndose entre apocalíptica o caballeresca. Me refiero al crecimiento demográfico, el deterioro ecológico, el vertiginoso desarrollo tecnológico y la globalización. El régimen de cambios sociales, de mentalidades, de hábitos, de gustos y formas de vida, es tan vertiginoso que en pocas décadas tendremos instalada sobre la faz de la tierra una civilización que tendrá muy pocos parecidos con lo que hoy conocemos.

Este proceso avanza, inexorable. Cuanto más tardemos en sentarnos en la mesa de negociaciones, más retraso tendremos en establecer condiciones de paz y prosperidad, si es que no perdemos definitivamente este tren del progreso.

Aunque solo sea por un sentido de restitución histórica, es necesario que se restablezca la paz en esta zona del globo que fue el origen y foco de lo que hoy llamamos civilización occidental y que yo apostillo, en sus tres versiones. Cosa que no parecen querer los líderes políticos y religiosos que arengan a sus pueblos argumentando razones identitarias y satanizando al enemigo para mantener sus pretensiones de poder y privilegio a través de las armas con lo que no hacen más que ahondar en el odio entre los pueblos; un odio que se alimenta en el recuerdo de sus muertos. Un líder que no sea capaz de llevar sus problemas y sus demandas a la mesa de negociaciones no está a la altura de su pueblo y está corrompiendo la función específica de su condición de político o de religioso.

El acelerado crecimiento demográfico que estamos viviendo, aparejado a la desigual e injusta distribución de la riqueza existente entre un Norte rico y un Sur pobre, determina la existencia de grandes movimiento migratorios; para algunos tan sólo un peligro de fractura de sus cohesionadas sociedades étnicamente puras, en cambio nosotros somos capaces de predecir un futuro mestizo y multicultural, mucho más rico y plural, donde la cohesión de nuestras sociedades se fundamente en valores libremente y democráticamente decididos y no en el pedigrí étnico de sus componentes.

Por otra parte, la globalización de todos los problemas: terrorismo, deterioro ambiental, tráfico de drogas y armas, blanqueo de dinero, guerras preventivas, y un largo etcétera, ha hecho que resurja con más fuerza la necesidad de un Derecho Internacional, hoy cuestionado, que impida que los países se conviertan en refugios de pistoleros y delincuentes, pero que también impida las agresiones de potencias con superioridad armamentística, decididas unilateralmente.


II) ¿Qué puede aportar la Francmasonería?

En el plano teórico, la Masonería ya ofrece unas ideas fuerza consustanciales con su filosofía: 1) Desarrollo, 2) Laicidad y 3) Mediación social.

Para el masón, estas propuestas no son más que la extensión de su propio método de trabajo y de los valores sobre los que se asienta: solidaridad, igualdad de oportunidades, trabajo, libertad para construirse y tolerancia.

Veamos cada uno de ellos más detenidamente:

1) DESARROLLO: El símbolo del labrado de la piedra bruta para convertirla en piedra pulida expresa plásticamente el trabajo de desarrollo personal que el masón acomete, y es el fin primordial de todo el sistema. Trasladado este concepto a la dimensión colectiva expresaría la medida en que debe evaluarse cualquier empeño humano: Desarrollo integral de los hombres y los pueblos. Pero así como el desarrollo personal debe ser coherente con el ser en perpetua formación, el desarrollo de los pueblos tiene que ser coherente con la naturaleza, es decir, integral y sostenible. Todos los hombres públicos deberían formarse en estas disciplinas de desarrollo social de las cuales el crecimiento económico solo sería una rama. Cuantas veces los políticos nos quieren vender crecimiento económico por desarrollo social, cuyos parámetros, por cierto, tendríamos que volver a definir. Habría que impulsar Escuelas Internacionales de Desarrollo cuyos objetivos principales serian:

· Formar cuadros que vayan a jugar un papel tanto en el diseño como en la realización de planes de desarrollo de países, regio­nes o colectivos subdesarrollados.

· Participar en la definición, aplicación e implantación de un NUEVO CONCEPTO DE DESARROLLO ECONOMICO Y SOCIAL más realista y solidario que el actual criterio de crecimiento económico.

· Participar en la tarea internacional de investigar las características y posibilidades de un Nuevo Orden Internacional en el que se tenga en cuenta un Nuevo Concepto de Desarrollo.


2) LAICIDAD: El modelo de convivencia que es una Logia constituida en CENTRO DE LA UNIÓN para reunir lo que está disperso, nos puede servir de inspiración para orientar la construcción de una sociedad que, protegiendo el florecimiento y respeto de las diferencias garantice que ninguna de ellas se erija en predominante y se adjudique privilegios. En definitiva estoy hablando de una sociedad LAICA entendiendo la laicidad, no como una práctica anticlerical (con la que desgraciadamente se confunde a menudo) sino como una normativa de alcance universal donde todo aquello que sea constitutivamente valido para el ser humano, incluido el cultivo del sentimiento religioso, cada uno en su forma y medida, sea respetado e incluso protegido siempre que estos acaten escrupulosamente el marco normativo.

3) MEDIACIÓN SOCIAL: El VITRIOL, como símbolo que caracteriza el proceso hermenéutico sin cuyo auxilio es imposible comprender el universo semántico iniciático, elevado al escenario público, se torna en un instrumento de Mediación cultural capaz de conciliar las diferencias por dilucidación de los mitos subyacentes en cada uno de los sujetos culturales y de la verdadera naturaleza de los problemas que plantean las partes en conflicto. Pero esta mediación cultural que defendemos no es tanto la formación de especialistas mediadores que sean capaces de sentar a las partes en la mesa de negociaciones. De lo que se trata verdaderamente es de introducir el aprendizaje de habilidades mediadoras en las escuelas. Hacer ver al ser humano, desde su más tierna infancia, que el conflicto forma parte de la vida y que hay formas inteligentes y prácticas de solucionarlo, averiguando que es lo que realmente quieres y lo que quiere el otro, y ofreciendo alternativas que satisfagan a ambos y de no hallarlas solicitar el arbitraje.


Como veis, queridos hermanos y hermanas, estas propuestas teóricas no son más que la extensión de nuestros métodos de trabajo y de nuestros valores clásicos que ofrecen infinitas aplicaciones a situaciones humanas. Pero lo que tenemos que aportar hoy son ideas que nos ayuden a diseñar que aportaciones puede hacer la Masonería, y más concretamente la Cadena de Unión Masónica e Iniciática Mediterránea, en el plano práctico.

Aquí mi propuesta es muy sencilla y pragmática. Pienso que el aporte fundamental de la Masonería se realiza en el campo de la Ética porque ese es su espacio natural de trabajo. A continuación enumero cuatro epígrafes que podrían desarrollarse posteriormente en iniciativas concretas que podríamos aplicar en cada una de nuestras Obediencias:

1) Promover como valores las estrategias de DESARROLLO, LAICIDAD y MEDIACIÓN SOCIAL. Se trataría de elevar lo que simplemente es una estrategia al nivel de un valor, es decir un criterio de referencia general que permita evaluar las conductas humanas.
2) Convocar jornadas de reflexión ética inter-obedienciales acerca de los temas cruciales de nuestra época.
3) Emitir pronunciamientos éticos acerca de estas cuestiones en los medios de comunicación y hacerlos llegar a los foros implicados en ellas.
4) Ayudar a la Masonería Mediterránea para que se implante en aquellos países donde aún no está y se desarrolle mejor en aquellos donde ya existe.

No quisiera despedirme sin expresar de nuevo mi reconocimiento a los organizadores de estas jornadas por el esfuerzo y la paciencia que han demostrado para hacer que estos eventos sean recordados y esperados.

Ascensión Tejerina

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